viernes, 16 de diciembre de 2011

La cara maquillada del viejo PRI


Por Ángel Amador Sánchez

En la truncada transición democrática mexicana, por decir lo menos, conforme el Presidente de la República en turno perdía poder, en especial tras la llegada de los panistas a Los Pinos, los gobernadores de todos colores se convirtieron en los amos y señores de sus respectivas entidades, situación que a la fecha poco ha variado.
En el caso del Partido Revolucionario Institucional (PRI), cuya estructura se robusteció en los estados donde la alternancia partidista pasó de largo, los casos más representativos han sido la del gober precioso Mario Marín Torres, en Puebla, o la de Ulises Ruiz Ortiz en Oaxaca. Ahora, asoma otro rostro, la del dicharachero y bailarín mandatario con licencia de Coahuila, Humberto Moreira Valdés, a quien habrá de relevar su hermano Rubén a partir de diciembre.
A estas diferentes caras del maquillado PRI, debe agregarse la de Enrique Peña Nieto, ex mandatario del estado de México, y a quien las encuestas perfilan como el ganador en la elección presidencial de 2012.
Todos estos rostros, con sus matices y peculiaridades, actuaron como virreyes en sus entidades, siempre con la retórica de que representaban al nuevo y renovado tricolor, ajeno al que se caracterizó por el autoritarismo y corrupción. Ellos y otros de sus homólogos se presentaban como auténticos demócratas.
En el caso de Peña Nieto, en su trayectoria política no hay nada sobresaliente o extraordinario; su paso por el estado de México no solucionó los graves problemas de esa entidad; las obras que realizó más que magnificarlas, habría que ubicarlas en el rango de la obligación que cualquier mandatario tiene en esta materia.
Sin embargo, desde el inicio de su mandato, la constante fue la opacidad en el manejo de los recursos públicos, en particular los destinados a promover su imagen en Televisa. Sin justificación o aportación alguna al rumbo de la vida política o económica del país, prácticamente no había día en que Peña Nieto dejará de aparecer en la pantalla chica, en horario estelar.
Del gober precioso y Ulises Ruiz se han escrito muchas páginas sobre la manera despótica en que gobernaron Puebla y Oaxaca. Quizá hasta el momento, lo mejor es que se mantienen fuera de la palestra política, más preocupados en tapar la serie de irregularidades cometidas en sus administraciones.
La perla de coyuntura, sin duda, es la del muchacho alegre Humberto Moreira, quien hizo y deshizo durante su mandato del primero de diciembre de 2005 al 3 de enero de 2011, fecha en la que pidió licencia para contender por la presidencia nacional del Revolucionario Institucional, proceso bajo control que le permitió asumir el cargo el 4 de marzo pasado, con la misión de conducir a su partido en los comicios federales de 2012.
Moreira, una versión tricolor del blanquiazul Vicente Fox, se frotaba las manos y hacía de las suyas en cuanta conferencia de prensa o acto partidista. Todo le salía a pedir de boca, y por si fuera poco, para cubrirle las espaldas, quien mejor que su consanguíneo Rubén.
Sin embargo, desde las esferas del gobierno federal se dio a conocer la escandalosa deuda pública heredada por el bailarín Humberto, de alrededor de 34 mil millones de pesos, y el remate: la contratación ilegal, tramposa y corrupta de créditos por el orden de 5 mil millones.
A todo esto, Humberto Moreira se ha mostrado “sorprendido” y, en medio del descrédito –valga la palabra- total, ha dicho que nada tiene que ver con la revelación de la Secretaría de Hacienda. Como suele ocurrir entre los políticos de “altos vuelos”, afirma que se trata de una jugada política y ha advertido que no renunciará a la presidencia del PRI, aunque se da por descontado que es cuestión de tiempo para que se vaya a su casa a perfeccionar su técnica de bailador.
El gobernador con licencia de Coahuila, con sus declaraciones (por cierto ya sin chistoretes de por medio) se burla de los ciudadanos de aquella entidad, amén de que solo su hermano Rubén cree en las aseveraciones de inocencia y, con toda seguridad, hará todo lo que esté a su alcance para “limpiar la imagen” de su antecesor.
Sin duda, el cinismo de la gran mayoría de los políticos y gobernantes mexicanos no tiene límite, sin importar el color partidista.
El PRI no cambió desde que lo echaron de Los Pinos en 2010, más bien perfeccionó sus mecanismos de antaño y maquillado se enfila a retornar al poder que detentó durante 71 años. Son otros los rostros, pero con las mismas mañas y uñas largas de siempre…

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