sábado, 22 de octubre de 2011

En Zacatecas manda la delincuencia

Por: Gerardo Mata


No llovió en Zacatecas. La aridez de la entidad vuelve la vida terrones que se desmoronan con el más fino viento. La administración priísta de Miguel Alonso no fue capaz de gestionar con el gobierno panista de Felipe Calderón los recursos necesarios para hacer frente a la crisis que se avecina. Y es que a Miguel nadie lo conoce, es el gobernador con el perfil político más bajo que ha habido en la historia postrevolucionaria de Zacatecas. Apenas el endeudamiento que le autorizó el Congreso del Estado –sin argumentos socialmente válidos-, habrá de servir para formalizar cínicamente, ahora más que nunca, la vocación sumisa del estado, que no crece, que no avanza, que no produce ni las camisas que nos ponemos, ni los zapatos que nos calzamos, ni las verduras que nos comemos. Este año el campo produjo puro chile.
Es cierto: Zacatecas es un estado que gasta mucho y produce poco. Eso le hace subsistir gracias al presupuesto del gobierno y –cada vez menos- de las remesas que los expatriados agüevo envían desde Estados Unidos, a razón de ciento cincuenta (150) dólares mensuales en promedio general. El actual estado de cosas no puede, de ninguna manera, presentar más que un futuro terrible, de niveles de supervivencia. El dinero mal habido a través del endeudamiento del gobierno del estado, le va a permitir a la administración de Miguel aparentar un rato, casi nada más mientras pasan las elecciones del 2012 y el priísmo local cumple con la cuota comprometida con Peña Nieto y se acomodan las personas-deudas adquiridas durante la campaña del 2010 en las diputaciones y las senadurías, con un dejo de esperanza, para ver si así se abren los canales de diálogo, negociación y corruptelas (como debe ser) con la federación.
En febrero de 2010 Miguel empezó a darse cuenta (ojalá así sea) que nunca había tenido control alguno del estado, cuando la delincuencia organizada le puso “un cuatro” a la policía estatal para asesinar a uno de sus dirigentes (ex militar), justo frente a la casa del gobernador, y someter a esa organización policiaca a los caprichos y a las órdenes del poder de facto que manda en diversas regiones de la entidad. El gobernador “blindó” a su familia con escoltas personales con cargo al erario; y hubo quienes del clan optaron por enviar al extranjero a los hijos e hijas, con el argumento de que “ahorita que se puede, ahorita que hay de dónde”. En tanto que los municipios y la misma capital viven un estado de tensa calma y otros, como Vetagrande y Pánuco, auténticos estados de sitio, y la población sufre el acoso de la delincuencia organizada y de los efectivos de la Secretaría de Marina, de la Policía Federal, de la Policía Estatal y de cuanta gente armada se le ocurre que tiene el derecho de decidir qué se hace y que no se hace en la vida pública y en la privada: se suspenden clases, se declaran toques de queda, se vigila a los visitantes y los operativos de todos los beligerantes se extienden hasta sitios muy nuestros del Cerro de la Bufa y las calles de Zacatecas.
En este contexto, adornan las avenidas de la periferia de la ciudad carteles y anuncios espectaculares de diputados, diputadas locales, para los que eligieron sus mejores fotos, las más ensayadas poses y las más repetidas sonrisas de espejo para anunciar primeros informes individuales y, desde luego, para empezar a placearse con miras –algunas y algunos– a ser candidatos a diputados federales o senadores (o lo que les dejen en sus respectivos partidos) el año entrante. Decepcionante y absurdo.
Como uno de los poderes del gobierno, el Congreso del Estado omite un informe anual colegiado que dé cuenta clara de lo que hace en el ámbito de su competencia; lo que se suple equivocadamente por buenas intenciones, frustraciones, reclamos, imprecaciones y un cúmulo de barbaridades personales. Así nos enteramos que algunos anduvieron repartiendo los uniformes fascistas que mandó confeccionar Miguel para las niñas y los niños de la entidad, becas que de cualquier forma debe entregar el gobierno federal, despensas del dif y en reuniones con “miles” de gentes para ver qué quieren, aunque ello no se traduzca jamás en acciones concretas que tengan que ver con la función específica del Congreso, ni se convierta jamás en un análisis serio y objetivo del estado que pueda, de algún modo, traducirse en políticas de Estado.
Las treinta personas que ocupan las curules del Congreso local se encuentran concentradas en la meta única de posicionar sus banderas y colores para la competencia electoral del 2012. De ninguna forma y tan sólo en dos casos fácilmente reconocibles, existe interés por las personas de la entidad. La oposición guarda un silencio negociado y, así, la bancada oficial no se ve forzada a decir o contradecir nada. Resaltan los casos de los dos diputados más jóvenes, cuya actitud contestataria, pero ingenua e inmadura se antoja un punto apenas debajo de la pendejez, con mucho ruido y ninguna nuez.
“Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”, dicen. El electorado votó así y así quedó. En ausencia de un gobierno, en Zacatecas la delincuencia, la anarquía y la apatía mandan; y cualquier fulano armado tiene más poder que cualquiera de los dos poderes formales analizados el día de hoy.

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