Por Ángel Amador Sánchez
Aunque las circunstancias son muy distintas, Enrique Peña Nieto, el copetón gobernador saliente del Estado de México, se encuentra en una situación similar a la de Andrés Manuel López Obrador hace seis años, en cuanto a la preferencia del electorado, conforme a los resultados de las principales empresas encuestadoras.
Con base a la frialdad de los números, todo indica que el hijo predilecto de Televisa llevará a su partido, el Revolucionario Institucional (PRI), de regreso a Los Pinos, luego de permanecer fuera de casa durante los 12 años de mandatos panistas, ciertamente funestos para la mayoría de los mexicanos.
Así estaba en 2005 El Peje, a la cabeza de las encuestas, navegando viento en popa, pese al proceso de desafuero, en el gobierno del Distrito federal. Y nadie, en su sano juicio, visualizaba entonces que el perredista sería derrotado en las urnas por Felipe Calderón Hinojosa, quien para entonces ya había sido destapado por su amigo Francisco Ramírez Acuña, en ese tiempo gobernador de Jalisco, mientras su correligionario hacía un papel de gris a oscuro al frente de la Secretaría de Energía.
Los ciudadanos de a pié comentaban que por la buena López Obrador llegaría a la Presidencia de la República, en tanto otros más recelosos -y finalmente, certeros- advertían que los grupos de poder económicos, la ultraderecha y demás especímenes raros, le cerrarían el paso a la mala. Luego vino el ya conocido desenlace, con el triunfo de Calderón, apenas 0.56 por ciento arriba de AMLO, en una elección cuestionada hasta la fecha.
El hecho concreto, más allá de los errores propios del Peje y las malas mañas aplicadas en su contra desde diferentes frentes, incluido por supuesto el poder del duopolio Televisa-TV Azteca, es que de nada sirvieron las encuestas que durante varios meses habían posesionado al otrora jefe del DF como el seguro ganador de la elección presidencial.
Ahora, en contextos diferentes, Enrique Peña Nieto está en igual condición en el universo de los números, con una ventaja considerable sobre los otros aspirantes a la máxima magistratura del país.
El copetón, en el mundo de los porcentajes, va en caballo de hacienda y muy atrás intentan acercarse el propio López Obrador y Marcelo Ebrard, por el flanco de la izquierda institucional, mientras los panistas Ernesto Cordero Arroyo, Josefina Vázquez Mota y Santiago Creel Miranda hacen su luchita, como pregoneros en el desierto.
En el PRI, Manlio Fabio Beltrones Rivera, hace su labor, sin muchas posibilidades, pues los dados están muy cargados para el mexiquense, pero a sabiendas de que al levantar la cosecha, lo obtenido será bueno para que él y su grupo sigan en la nómina del erario.
Los priístas, al igual que los perredistas-petistas y convergentes lo hacían en 2005, ya se reparten el pastel que piensan devorar en Los Pinos a partir del 1 de diciembre de 2012, con la mira puesta en que no sólo sean 6 años, sino muchos más, pues no olvidan que durante 71 años mantuvieron ese poder.
Las circunstancias, no se puede tapar el sol con un dedo, son favorables para el aspirante del tricolor.
Por un lado está el desencanto y repudio generalizado a los gobiernos del Partido Acción Nacional (PAN), en especial al de Felipe Calderón, por la guerra que de manera unipersonal emprendió contra el narcotráfico y que mantiene sumido al país en el miedo, por decir lo menos.
Por otra parte, la incapacidad de la izquierda para construir un proyecto de alcance nacional.
De 2006 a la fecha, los dirigentes del PRD prácticamente deshicieron al partido, hoy un cascarón moribundo, sólo alimentado –con todo y las zancadillas mutuas que se ponen- el mandato de Ebrard en el Distrito Federal y el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) del aún llamado presidente legítimo de México.
Al respecto, cabe apuntar que el choque de trenes cobra forma cada vez más, luego del cese fulminante de Martí Batres Guadarrama, ahora ex secretario de Desarrollo Social, quien cuestionó a Marcelo Ebrard por haber saludado de mano al espurio Calderón, en el acto donde el Presidente emitió su mensaje por el quinto Informe de Gobierno.
Marcelo, sin conservar forma alguna, solicitó públicamente a Batres que dejará el cargo; éste no le hizo caso y fue despedido.
Ebrard, de inmediato, exclamó que este hecho no significa rompimiento alguno con López Obrador, cuando a todas luces es claro que las diferencias entre ambos se ahondan conforme se acercan los tiempos legales para definir la candidatura, y se ve muy lejana la posibilidad de la unidad.
Además, entre los ciudadanos que padecieron los gobiernos priístas permea aquello de que más vale conocido que bueno por conocer, o aquello de que los gobernantes del tricolor eran corruptos, pero al menos garantizaban la paz social, aunque fuera a base de represiones, guerras sucias y demás prácticas funestas y autoritarias.
El problema, claro está es mucho más complejo, pero la situación es tan grave que muchos están dispuestos a dar pasos en reversa, a fin de terminar con la pesadilla panista y ante la poca claridad del proyecto de izquierda.
Y aquí habría que sumar a los miles de jóvenes mexicanos que podrán votar en 2012 y quienes nunca han sido gobernados por el PRI, un sector que podría darle importantes sufragios a su candidato.
Ante este panorama, Peña Nieto parece navegar tranquilo, en aguas serenas, pero nada está decidido, por el bien del país… O si no, que le pregunte a El Peje.
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